Cuando trato de imaginar qué hubiera sido de mi vida de no dedicarme a la política, a veces caigo en la ensoñación de una vida más cómoda, más anónima, más familiar. Pero me hubieran faltado algunas cosas que me han enriquecido y hecho crecer, que han colaborado a que sea quien soy. Una de ellas, y no la menor, es la de haber tenido la oportunidad de conocer de cerca y apreciar de verdad a Mario Vargas Llosa.
No pretenderé ser lo que no soy. Quiero decir que mi profesión no es la de crítico literario ni soy un intelectual. Me tengo por un lector casi voraz, y especialmente tragón de la literatura de Vargas Llosa, que otros ensalzarán con más justeza. Al varguitas escritor tengo que agradecerle muchas horas de placer y otras de reflexión.
Me interesa aquí mucho más dejar contado el Mario buen amigo. Nunca le he visto renunciar a sus principios por ningún motivo. Es el tipo de persona que los de mi ocupación necesitamos: principios sólidos, insobornable, sincero, directo. También ameno, divertido, experimentado, tiene ese don de la palabra del que tanto disfrutamos los castellanos. Literalmente, encanta a las mujeres, como se encarga con frecuencia de recordarme la mía.
Ha sembrado una cosecha cuyos resultados son espectaculares. ¡Felicidades!
Texto: José María Aznar
Imagen: Fernando Marsá y Paz Cogollor.
Licencia Copyleft: Puede reproducir el texto y la imagen citando a sus autores y enlazando con nuestra página web.
1 Respuesta